jueves, 17 de mayo de 2018

Sólo tú...


Sólo tú puedes decidir qué hacer con el tiempo que se te ha dado” (Gandalf, La Comunidad del Anillo. El Señor de los Anillos, J.R.R.Tolkien).

Soy una enferma de cáncer, pero eso no quiere decir que se me vaya a adelantar la hora de morir. Me iré cuando mi tiempo se haya cumplido, igual que todos, porque el hecho de tener esta enfermedad (u otra cualquiera) no significa que la vida se acorte, para mí simplemente ha significado tomar conciencia del tiempo que me queda para volver a Casa, a la Casa Común de la que todos hemos salido y a la que todos volveremos.

Y ¿qué significa tomar conciencia del tiempo que me queda en esta tierra? Pues saber que el número de días de los que se compone nuestra vida terrestre es finito, están contados y por eso hay que aprovecharlos, exprimirlos al máximo: amar, besar, abrazar, sonreír, reír, llorar, bailar, cantar, perdonar... pero, sobre todo, intentar saldar nuestras cuentas, marcharnos con las menos cuentas pendientes posibles.

Hay que perdonar y perdonarse, y esto último sí que es difícil, pues para perdonarse es necesario ser conscientes de que en alguna cosa hemos fallado, de que hemos hecho cosas mal, que hemos hecho daño a alguien y todo esto a veces se hace de una forma inconsciente, pues es parte de nuestra sombra y nuestra sombra que no la reconocemos como sombra, como nuestra parte oscura, y por eso nos tiene secuestrados, inmovilizados frente a la vida. Saludemos a nuestra sombra, integrémosla y superémosla, ¿cómo? Reconociéndola y perdonándola.

No hay buenos y malos, porque en nosotros viven las dos realidades, nuestra naturaleza tiene una parte buena y otra mala, todo depende de por que lado te decantes; depende de que entendamos que aquí hemos venido a aprender, que la vida es una escuela, no un “valle de lágrimas” o un oasis de felicidad completa, o tal vez la vida sea las dos cosas en función de nuestra óptica y de lo que queramos aprender, porque una cosa es lo que la vida nos quiere enseñar y otra muy distinta lo que nosotros queramos aprender.

Quitémonos las caretas que nos hemos ido poniendo a lo largo de nuestra vida y dejemos que el viento de la verdad y el amor limpie nuestro rostro y abra nuestro espíritu. ¡Vivamos!