sábado, 6 de mayo de 2017

El Poder de la Palabra

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios,
y la palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
(Jn. 1, 1-5)

Big Bang
El poder de la palabra es inmenso, a veces no nos damos cuenta del bien o del mal que una simple palabra puede llegar a hacer.

A través de nuestras palabras podemos llevar consuelo al afligido, bienestar al enfermo, compañía al solitario, paz al angustiado, amor al que no se siente amado. Pero también es cierto, que por medio de la palabra podemos traer odio, violencia, angustia, dolor, sufrimiento.

Cuando algo o alguien nos enfada de verdad, nos molesta hasta el extremo, sentimos como si una olla en plena ebullición fuera a estallarnos en el pecho, junto con una enorme opresión que va subiendo por nuestro cuello hasta nuestra boca y en ese instante explota de manera violenta y repentina, con toda la fuerza de la que somos capaces, esa palabra tremenda y devastadora, que arruina todo lo que pilla a su paso. Y aunque nos hayamos “desahogado”, realmente el problema que ha generado toda esta reacción sigue intacto. Lo que no sigue intacto es la persona que ha sufrido nuestro enfado y, por supuesto, nuestro ánimo.

Adán y Eva. Codex Aemilianensis
A veces no es necesario que alguien haga algo que nos irrite para explotar, basta que ese alguien haya conseguido un buen trabajo, o unas buenas notas en los exámenes, o se haya comprado un nuevo coche, cualquier acción positiva de otros, si nosotros vivimos en una situación dominada por el miedo, la carencia, la disociación de nuestro verdadero ser, va a provocar que nuestras palabras en lugar de ser de felicitación y alegría, se tornen en un veneno tan ponzoñoso que no sólo hará daño a nuestro interlocutor, sino a nosotros mismos hasta tal punto que nos hundiremos cada vez más en el pozo de la envidia y los celos, ambos defectos son enfermedades terminales para nuestra alma.

También es cierto que si tenemos equilibrio y armonía en nuestra vida nuestras reacciones serán distintas. Sabremos encarar los problemas centrándonos en la solución y nos alegraremos infinito y sentiremos como propios los logros ajenos. Lo cual hace que la vida de los que nos rodean y la nuestra propia sea dichosa, afortunada y feliz.

Y todo esto es así, porque lo que comunicamos con nuestras palabras son los sentimientos que residen en nuestro corazón, en nuestra alma. Aunque también tenemos que saber que todos estos sentimientos que expresamos y que enviamos a los demás, nos alivian o perjudican a nosotros mismos. Porque todo lo que das se te devuelve multiplicado y porque si esos sentimientos que expresan nuestras palabras residen en nuestro interior, eso y no otra cosa será de lo que esté llena nuestra vida.

Cuidemos nuestros sentimientos y nuestras palabras, porque nosotros decidimos si vivir en la gracia, en la abundancia y en el amor, o, por el contrario, sumergimos nuestras vidas en un océano de adversidad, infortunio, odio y violencia.

Una vez más, del Árbol del Bien y del Mal ¿qué fruto escogeremos?


1 comentario:

  1. Debemos cuidar más nuestras palabras y, por supuesto, nuestros pensamientos. Muy bueno.

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