En nuestra
vida actual o en cualquiera de nuestras vidas pasadas hemos cometido
errores, hemos fallado a alguien, hemos hecho daño (queriendo o sin
querer). Toda esa negatividad, esa falta de amor, nos va pesando en
nuestro verdadero Yo, en nuestra alma, hasta tal punto que puede
llegar a ahogarnos si no limpiamos nuestra laguna interna de todo ese
lodo y suciedad.
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Jesus Christ Superstar |
Por lo
tanto, el arrepentimiento no tiene mucho que ver con el sentimiento
de culpa, sino más bien es la forma que tenemos de aliviar el dolor
que sentimos, que vivimos, por no haber sido capaces de amar lo
suficiente, de comprender lo suficiente a nuestro prójimo y a
nosotros mismos. Por medio del arrepentimiento somos capaces de
“viajar en el tiempo” hasta el momento en el que cometimos el
error y poder deshacer el mal realizado y erradicar de nuestra forma
de ser la característica que lo ocasionó. Y esto último, es
fundamental, pues si no borramos de nosotros ese carácter, no hay
verdadero arrepentimiento.
Aquí cabría
preguntarse ¿cómo aliviamos el dolor que sintió la víctima de
nuestra mala acción? La clave está en que nadie es víctima de
nadie, pues por la Ley de Causa y Efecto todos cosechamos lo que
anteriormente hemos sembrado. Puede que esa persona en otra vida
cometiera un error del cual ése era el resultado. Pero ¡cuidado!,
no olvidemos que nosotros también recogeremos, en esta vida o en
otra, lo que hayamos sembrado.
El dolor que
ahora sentimos por haber infringido daño a alguien es la forma de
limpiar, de borrar de nuestro carácter la cualidad negativa que nos
hizo ser los portadores del mal a esa persona. También es cierto que
ningún ser espiritualmente puro puede ser el emisario y ejecutor de
una cuenta pendiente que tenga otro ser humano. Por tanto, a través del
arrepentimiento verdadero podemos liberarnos de nuestra parte
negativa, a la vez que conseguiremos que la Luz ilumine nuestro
“cuarto oscuro” y así pueda resplandecer.
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