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Estatua del Cid Campeador. Burgos. |
No hace mucho estuve
viendo un documental sobre la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador, y según la leyenda ganó batallas aún estando ya muerto.
¿Cómo es eso posible? Porque era tal el miedo y el temor que su
figura generaba en sus enemigos que éstos se dejaban vencer
fácilmente.
Toda esta leyenda me hizo
pensar en la cantidad de “muertos” que llevamos a nuestras
espaldas, personas que nos han herido, que nos han hecho daño, mucho
daño, conscientemente les hemos sacado de nuestra vida y les hemos
“enterrado”; pero cuando rascas un poco te das cuenta que siguen
ahí, generándote un dolor indescriptible porque, como ya los has
enterrado, supones que no están y no sabes de donde te viene ese
sufrimiento que, a veces se puede mostrar incluso a través de
enfermedades físicas y reales.
Cuando alguien te daña
es porque tú le has dado el poder de hacerlo, le cedes el poder
sobre tu vida
que sólo a ti te pertenece. El problema no es lo que
esa persona te haga, sino cómo asumes tú lo que te hace, cuál es
tu reaccion. Si tu reacción es reactiva (ser reactivo es amoldarse a
las cosas tal cual vienen y ceder nuestro poder) entonces entras en
su juego y logra arrastrarte al “lado oscuro”, donde tu oponente
se desenvuelve perfectamente pues eso era lo que pretendía seguir
alimentándose se tu negatividad, de tu rabia, de tu odio. En cambio,
si tu respuesta es proactiva (ser proactivo es hacer que lo que
queremos, suceda) todo cambia porque el oponente no consigue llevarte
a su terreno, sino que tú eres el que crea ese nuevo terreno donde
sembrar amor, alegría y felicidad.
La única manera de que
nuestros “muertos” no nos sigan ganando batalla tras batalla es
comportarnos de una forma proactiva en nuestras vidas, no permitiendo
que nuestras respuestas a los avatares que el destino nos trae nos
hagan ceder nuestro poder. Enterremos de una vez por todas a
nuestros “muertos” y si alguna vez vuelven a aparecer, sonriamos
sabiendo que no son más que un simple recuerdo.
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