miércoles, 5 de julio de 2017

Nuestros juicios nos juzgan

No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados... Porque con la medida con que midáis, se os medirá a vosotros”. (Lc. 6, 37-38)
La Letra Escarlata, de Roland Joffé

¿Quién no ha criticado y/o juzgado a alguien alguna vez? No me equivoco si digo que todos en algún momento nos hemos erigido en jueces del comportamiento y forma de ser de los que nos rodean. Sinceramente creo que las críticas constructivas son buenas, pues nos ayudan a evolucionar y a mejorar. Pero hemos de tener en cuenta que, por la Ley de Causa y Efecto, todas esas críticas, juicios y condenas que hagamos a los demás volverán a nosotros como si fueran un boomerang que hemos lanzado.

Puede tardar unos instantes, unos días, unas semanas o años, pero lo que está claro es que tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a esos actos (juicios, condenas) que en su momento hicimos. Lo que también es evidente, es que según el nivel de tolerancia y exigencia que hemos tenido para con los demás, así será el rasante con que se nos medirá a nosotros.

"Yo tampoco te condeno"
Por supuesto, no quiero decir que haya que consentir el mal; más bien quiero decir que hay que combatir el mal con el bien. Debemos hacernos críticas constructivas y corregirnos amorosamente unos a otros, pero eso no significa debilidad a la hora de ayudar o ayudarnos a enderezar el camino. Como madre he puesto límites a mis hijos, les he enseñado a cumplir las normas y dentro de ese cumplimiento de las normas a intentar cambiar las que pueden estar mal o usarse inadecuadamente, y cuando el comportamiento no era el que debiera ser, pues había un castigo proporcional a la falta, todo ello desde el mayor amor y respecto por ellos. Ésa es la forma en la que deberíamos corregirnos y ayudarnos unos a otros.

Ahora mismo podemos estar en situaciones que hayamos provocado nosotros por nuestros juicios a terceros. La vida nos trae personas que están en un nivel evolutivo similar al nuestro y que cometen errores y “pecados” similares a los nuestros, entonces al emitir el juicio y, a veces, la condena, nos estamos enjuiciando y condenando a nosotros mismos.

Antes de criticar, enjuiciar y condenar a alguien miremos a quien está enfrente del espejo y pensemos antes de hablar.

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