“No
juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados... Porque con la medida con que midáis, se os medirá a
vosotros”. (Lc. 6, 37-38)
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La Letra Escarlata, de Roland Joffé |
¿Quién no
ha criticado y/o juzgado a alguien alguna vez? No me equivoco si digo
que todos en algún momento nos hemos erigido en jueces del
comportamiento y forma de ser de los que nos rodean. Sinceramente
creo que las críticas constructivas son buenas, pues nos ayudan a
evolucionar y a mejorar. Pero hemos de tener en cuenta que, por la
Ley de Causa y Efecto, todas esas críticas, juicios y condenas que
hagamos a los demás volverán a nosotros como si fueran un boomerang
que hemos lanzado.
Puede tardar
unos instantes, unos días, unas semanas o años, pero lo que está
claro es que tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a esos actos
(juicios, condenas) que en su momento hicimos. Lo que también es
evidente, es que según el nivel de tolerancia y exigencia que hemos
tenido para con los demás, así será el rasante con que se nos
medirá a nosotros.
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"Yo tampoco te condeno" |
Por
supuesto, no quiero decir que haya que consentir el mal; más bien
quiero decir que hay que combatir el mal con el bien. Debemos
hacernos críticas constructivas y corregirnos amorosamente unos a
otros, pero eso no significa debilidad a la hora de ayudar o
ayudarnos a enderezar el camino. Como madre he puesto límites a mis
hijos, les he enseñado a cumplir las normas y dentro de ese
cumplimiento de las normas a intentar cambiar las que pueden estar
mal o usarse inadecuadamente, y cuando el comportamiento no era el
que debiera ser, pues había un castigo proporcional a la falta, todo
ello desde el mayor amor y respecto por ellos. Ésa es la forma en la
que deberíamos corregirnos y ayudarnos unos a otros.
Ahora mismo
podemos estar en situaciones que hayamos provocado nosotros por
nuestros juicios a terceros. La vida nos trae personas que están en
un nivel evolutivo similar al nuestro y que cometen errores y
“pecados” similares a los nuestros, entonces al emitir el juicio
y, a veces, la condena, nos estamos enjuiciando y condenando a
nosotros mismos.
Antes de
criticar, enjuiciar y condenar a alguien miremos a quien está
enfrente del espejo y pensemos antes de hablar.
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