“Sólo
tú puedes decidir qué hacer con el tiempo que se te ha dado”
(Gandalf, La Comunidad del Anillo. El Señor de los Anillos,
J.R.R.Tolkien).
Soy una
enferma de cáncer, pero eso no quiere decir que se me vaya a
adelantar la hora de morir. Me iré cuando mi tiempo se haya
cumplido, igual que todos, porque el hecho de tener esta enfermedad
(u otra cualquiera) no significa que la vida se acorte, para mí
simplemente ha significado tomar conciencia del tiempo que me queda
para volver a Casa, a la Casa Común de la que todos hemos salido y a
la que todos volveremos.
Y ¿qué
significa tomar conciencia del tiempo que me queda en esta tierra?
Pues saber que el número de días de los que se compone nuestra vida
terrestre es finito, están contados y por eso hay que aprovecharlos,
exprimirlos al máximo: amar, besar, abrazar, sonreír, reír,
llorar, bailar, cantar, perdonar... pero, sobre todo, intentar saldar
nuestras cuentas, marcharnos con las menos cuentas pendientes
posibles.
Hay que
perdonar y perdonarse, y esto último sí que es difícil, pues para
perdonarse es necesario ser conscientes de que en alguna cosa hemos
fallado, de que hemos hecho cosas mal, que hemos hecho daño a
alguien y todo esto a veces se hace de una forma inconsciente, pues
es parte de nuestra sombra y nuestra sombra que no la reconocemos
como sombra, como nuestra parte oscura, y por eso nos tiene
secuestrados, inmovilizados frente a la vida. Saludemos a nuestra
sombra, integrémosla y superémosla, ¿cómo? Reconociéndola y
perdonándola.
No hay
buenos y malos, porque en nosotros viven las dos realidades, nuestra
naturaleza tiene una parte buena y otra mala, todo depende de por que
lado te decantes; depende de que entendamos que aquí hemos venido a
aprender, que la vida es una escuela, no un “valle de lágrimas”
o un oasis de felicidad completa, o tal vez la vida sea las dos cosas
en función de nuestra óptica y de lo que queramos aprender, porque
una cosa es lo que la vida nos quiere enseñar y otra muy distinta lo
que nosotros queramos aprender.
Quitémonos
las caretas que nos hemos ido poniendo a lo largo de nuestra vida y
dejemos que el viento de la verdad y el amor limpie nuestro rostro y
abra nuestro espíritu. ¡Vivamos!