lunes, 29 de mayo de 2017

Microcosmos y Macrocosmos

Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”
El Kybalión

Con esta frase se define el Principio de Correspondencia, uno de los más conocidos de las 7 Leyes Cósmicas, que nos explica que hay una correspondencia entre el macrocosmos y el microcosmos, entre lo divino y lo humano.
La sibila délphica, Capilla Sixtina, Michelangelo.

Hay muchos planos de la existencia, de la realidad que no nos es posible conocer por nuestras limitaciones, pero si aplicamos este principio logramos descorrer el Velo de Isis, para así poder vislumbrar y empezar a comprender una sustantividad que de otra manera nos sería incomprensible por la magnitud en la que se desarrolla.

Por medio de este principio podemos entender lo que ocurre en el Universo con solamente conocer lo que sucede en una de sus partes. O lo que es lo mismo, entender una parte para comprender el Todo. Un buen ejemplo de esta Ley Cósmica lo tenemos en la naturaleza y son los llamados fractales.

Este principio también podría definirse con la siguiente máxima: “Como adentro es afuera; como afuera es adentro”, cuando nos referimos al ser humano. Ya que cuando vemos el comportamiento de una persona en el mundo material, podemos vislumbrar cómo es y cómo está su mundo espiritual y mental. Por ejemplo, una persona que en su vida cotidiana es extremadamente ordenada y estructurada, podríamos decir que mentalmente es bastante rígida en sus ideas y acepta de mala gana los cambios y las ideas que no concuerden con las suyas, en el plano espiritual se la podría denominar como un poco dogmática. Por el contrario, cuando tenemos a una persona un tanto desordenada en su vida externa, podemos concluir que en su vida y su mundo mental y espiritual reina cierto caos.

Quiero acabar esta reflexión con la frase que aparece en el Oráculo de Delfos y que se ha ganado el más alto prestigio filosófico, ya que encierra un profundo significado que trasciende el tiempo: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los dioses”.

viernes, 26 de mayo de 2017

Una prisión sin barrotes

La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido” Martin Luther King

Pero, ¿qué es la libertad?:

  1. Facultad o derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad.
  2. Estado o condición de la persona que es libre, que no está en la cárcel ni sometida a la voluntad de otro, ni está constreñida por una obligación, deber, disciplina, etc.

Creo que son bastante correctas ambas definiciones, aunque el problema radica en que para que una persona pueda ejercer su libertad ha de estar facultada para ello. Es decir, tenemos tantos condicionamientos, externos e internos, en la vida que es difícil elegir de una manera responsable y libre.

Soy libre cuando soy responsable, soy responsable cuando tomo conciencia, tomo conciencia cuando me reconozco y me acepto en toda mi integridad (con mi luz y mi sombra). Por lo tanto, SOLO cuando reconozco mis dones y capacidades como únicas y especiales dentro de la Unidad y me acepto a mí mismo a la vez que acepto a los demás como lo que somos, seres únicos y especiales, es cuando soy libre y puedo ejercer mi libertad.

Ahora bien, no es tan fácil ser responsable, tomar conciencia, reconocernos y aceptarnos, porque vivimos en la dualidad y eso nos hace tener una imagen un tanto distorsionada de nosotros mismos y de la realidad que nos circunda. Estamos prisioneros de nuestros miedos y nuestras carencias. Las carencias no son más que pura y dura supervivencia, porque al estar separados de la Fuente y de nuestro Ser verdadero no confiamos en el proceso de la vida, no tenemos Fe, que es la certeza interna, no podemos conectarnos con nuestra sabiduría interna que, en definitiva, es la que nos tiene que guiar para transitar nuestro camino en la vida. Todo eso nos lleva a tener miedo porque no sabemos “si
Hermano sol, hermana luna. Franco Zeffirelli
mañana tendremos para comer, si tendremos un techo donde cobijarnos, si estaremos enfermos, si...” y ¿cómo lo solucionamos? Cerrando nuestro corazón y dejando campar a sus anchas al Ego retrógrado que se instala en la lógica aplastante, en la avaricia, en el egoísmo (“mi tesoro”) y poco a poco nos va esclavizando, nos va sometiendo y nos encierra en una prisión sin barrotes, pero de la que es tremendamente complicado salir porque no somos conscientes de que estamos apresados en ella.


En esa situación jamás podremos ejercer nuestra libertad ni ser libres. Hay que tener el valor suficiente para enfrentarnos a nosotros mismos, asumir nuestra sombra, nuestros errores, porque de ellos aprendemos para poder evolucionar y perfeccionarnos. Cuando Yo me Reconozco, cuando Yo me Acepto es cuando Yo estoy en Armonía y soy Libre. Ahí sí puedo responsabilizarme y tomar mis propias decisiones desde y para la Libertad.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Mirar sus ojos.

Cuento tradicional. Anthony de Mello.

El comandante en jefe de las fuerzas de ocupación le dijo al alcalde de la aldea:
Tenemos la absoluta seguridad de que ocultáis a un traidor e la aldea. De modo que, si no nos lo entregáis, vamos a haceros la vida imposible, a ti y a toda tu gente, por todos los medios a nuestro alcance”.
L iluminada, siglo XII

La aldea ocultaba a un hombre que parecía ser bueno e inocente y a quien todos querían. Pero ¿qué podía hacer el alcalde?, ahora se veía amenazado el bienestar de toda la aldea. Días enteros de discusiones en el Consejo de la aldea no llevaron a ninguna solución. De modo que, en última instancia, el alcalde planteó el asunto al cura del pueblo. El cura y el alcalde se pasaron toda la noche buscando en las Escrituras y, al fin, apareció la solución. Había un texto en las Escrituras que decía: “Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación”.

De modo que el alcalde decidió entregar al inocente a las fuerzas de ocupación, si bien antes le pidió que le perdonara. El hombre le dijo que no había nada que perdonar, que él no deseaba poner a la aldea en peligro.

Fue cruelmente torturado hasta el punto de que sus gritos pudieron ser oídos por todos los habitantes de la aldea. Por fin fue ejecutado.

Veinte años después pasó un profeta por la aldea, fue directamente al alcalde y le dijo: “¿Qué hiciste? Aquel hombre estaba destinado por Dios a ser el salvador de este país. Y tú le entregaste para ser torturado y muerto”.

¿Y qué podía hacer yo?”, contestó el alcalde. “El cura y yo estuvimos mirando las Escrituras y actuamos en consecuencia”.

Ése fue vuestro error”, dijo el profeta. “Mirasteis las Escrituras, pero deberíais haber mirado sus ojos”.


¡Cuántas veces nos quedamos en la letra y nos olvidamos del espíritu! El que tenga oídos para oír, que oiga. Sin comentarios.

viernes, 19 de mayo de 2017

¿Somos Merecedores?

Cuantas veces oramos pidiendo ayuda y no vemos que esa ayuda aparezca por ninguna parte. No hay respuesta. Es como si Dios estuviera sordo o estuviera cerrado por vacaciones. Nada, ni el más mínimo atisbo de comunicación. “Bien, será que no soy merecedor”, pensamos y seguimos con nuestra vida. Pasado un tiempo volvemos a necesitar apoyo, respuestas, pero sucede lo mismo, todo está en silencio, nos sentimos solos y desamparados, y nuestra respuesta a la misma situación es el mismo pensamiento: “Bien, será que no soy merecedor”. Y así una vez y otra.
Código Da Vinci, Dan Brown

¿Qué pasa entonces? ¿Es el Amor de Dios un amor condicionado a nuestro comportamiento? ¿No es Dios nuestro Padre? ¿No se supone que Él en su Omnipotencia lo puede todo y nos ama incondicionalmente? Entonces...

Entonces el problema somos nosotros que “no nos sentimos merecedores”. Con nuestra actitud de baja autoestima estamos cerrando la puerta a Dios, a nuestro Padre. Él llama a nuestra puerta de muchas maneras, pero como no nos sentimos dignos, no abrimos, nos da vergüenza que pueda ver nuestras miserias, nuestra sombra, porque no nos sentimos sus hijos, porque no somos auténticos, porque nos hemos creado un personaje para mostrarlo al mundo porque pensamos que nuestro verdadero ser no vale la pena. Sabemos que con Dios no valen máscaras, porque Él nos conoce a la perfección (¡por algo es nuestro Creador!), y cuando nos presentamos ante Él nos sentimos desnudos, nos sentimos indignos y no somos capaces de levantar la vista y desde la más profunda humildad pedir. Pedir autenticidad, verdad y certeza (a la certeza interna también la llamamos Fe) para nuestra vida, porque ése es el único camino hacia la felicidad.

Sepamos que ya somos merecedores, que siempre hemos sido merecedores, porque somos perfectos dentro de nuestra imperfección en la materia. Nuestro verdadero ser, nuestra alma, está hecha a imagen y semejanza del Padre, por lo tanto ¿de qué nos vamos a avergonzar?


martes, 16 de mayo de 2017

Todo es Mente

El TODO es Mente; el Universo es mental
El Kybalión.

El hombre del vitruvio, Leonardo Da Vinci
Éste es el Primer Principio de la Leyes Cósmicas, el Principio del Mentalismo. El Todo es la realidad que subyace en todas la manifestaciones que conocemos como universo, materia, energía... El Todo es El Espíritu, o si lo prefieres Dios, el cual es incognoscible e indefinible, pues si lo pudiéramos definir perdería su propia esencia. Lo que sí podemos decir es que Dios es Mente, la Gran Mente infinita, universal y viviente donde se creó todo lo que conocemos, todo lo que sentimos. Nosotros fuimos creados por esa Gran Mente y en ella nos desarrollamos, vivimos y somos.

El Ser Humano, que fue creado a la imagen y semejanza de Dios, también puede crear. Para realizar sus creaciones, el ser humano utiliza los materiales que tiene a su disposición, pero el primer paso para la creación es “verlo”en nuestra mente. Si está en la mente, acabará en nuestras manos.

Por lo tanto, todo es mental, el Universo es mental, luego entonces cada experiencia, cada acción, cada manifestación que vivimos en nuestra vida material depende de nuestros pensamientos. No importa tanto lo que nos suceda, sino cómo vivimos y experimentamos eso que nos sucede. Nuestra vida será mejor o peor dependiendo de la percepción que tengamos del mundo y esa percepción se puede “educar” si nos planteamos la vida como una escuela donde venimos a aprender de nuestros errores, no como una competición donde el objetivo es ganar.

El Código Da Vinci, Dan Brown
Todas las creencias que tengamos de nosotros mismos será lo que manifestemos a los demás. Créete una persona buena, con suerte, merecedora y a tu alrededor tendrás situaciones y personas que concuerden con esa creencia. Si por el contrario, crees que tu vida no vale la pena, que todo es una basura, eso y sólo eso será lo que encuentres en tu camino.

Lo que tenemos que aprender de este Principio es que deberíamos ser capaces de controlar nuestros pensamientos. ¿Cómo? Ante cualquier situación no dejemos a nuestra mente parlotear descontroladamente sobre el horror que estamos sintiendo, démonos cuenta de cual es la realidad que estamos viviendo en ese momento, puede que no nos guste, pero cualquier cosa siempre tiene dos polos, positivo y negativo. Veamos ese polo positivo para comprender cuál es la enseñanza que esa vivencia nos trae y aprender. No hay que sentirlo como una derrota, sino como un aprendizaje para mejorarnos y mejorar la vida.

domingo, 14 de mayo de 2017

Ego vs. Espíritu

Creo que la dicotomía se explica sola si partimos de la base de que bueno/malo, amor/odio, Ego/Espíritu son la misma cosa pero con distinta vibración. Sin embargo, profundicemos un poco más.
El Mago de Oz, película

El ego es una parte imprescindible de nuestra identidad en este plano material en el que ahora mismo existimos, porque aquí somos tanto materia como espíritu y tenemos que desarrollar nuestra vida espiritual en y a través de la materia.

Nuestra tarea fundamental es mantener la armonía y el equilibrio entre las dos partes que nos conforman: materia y espíritu. El problema comienza cuando una de las dos partes toma el mando: si tenemos un exceso de espiritualidad sin querer dar su espacio a la materia, empezamos a vivir “en las nubes”, no tenemos los pies en el suelo y nuestra vida deja de ser real, vivimos alelados, absolutamente fuera de este mundo, pero sin dejar de ser seres materiales. Eso no es bueno ni para nosotros ni para la sociedad, porque de esa manera no avanzamos ni hacemos avanzar a nadie.

El Avaro de Molière, RTVE
Si por el contrario, el mando lo toma nuestra parte material, el resultado no es mejor. Nuestra vida se transforma en un simple intento de supervivencia, porque los miedos y las carencias se apoderan de nosotros. Comenzamos a actuar de forma egoísta, lo único que nos importa es poder llenar nuestras carencias y para conseguirlo nos da igual pasar por encima de lo que sea necesario, cosificamos todo y a todos para así poderlos usar y tirar cuando ya no nos sirvan, esta forma de actuar se define con la famosa frase: “el fin justifica los medios”. Aquí podemos decir que nuestro ego es infértil, es negativo, es retrógrado, es nuestro enemigo.

Sin embargo, cuando logramos la armonía entre la vida espiritual y la vida material, cuando logramos que el espíritu se manifieste a través de la materia, es cuando nuestro ego es nuestro más fiel compañero de vida, es un ego fertilizado por el Espíritu que da frutos y que es el medio por el cual hacemos realidad el Plan de Dios para la Humanidad: traer el Cielo a la Tierra.


jueves, 11 de mayo de 2017

Los miedos y la manada

Nacemos en una familia, la cual forma parte de una sociedad. Somos animales sociales, grupales. En nuestro inconsciente colectivo y ancestral tenemos grabada “a fuego” la pertenencia al clan como medio de supervivencia, porque sin la fuerza y la protección del grupo no hubiéramos sobrevivido como especie en los duros albores de la vida.
Forrest Gump, de Robert Zemeckis

En este aspecto hemos evolucionado muy poco, prácticamente nada. A pesar de la famosa globalización, de los avances de todo tipo de los que disfrutamos en nuestra sociedad, seguimos siendo animales de manada.

Aunque las razones externas para pertenecer al clan parezcan muy distintas a las que tenía el ser humano en la antigüedad, en realidad, las causas profundas son las mismas: los miedos.

El miedo nace de las carencias que sentimos cuando estamos disociados de nuestro auténtico ser, cuando pensamos que no valemos nada y que nuestra vida es pura basura. Tenemos una enorme baja autoestima, no nos gustamos, no nos aceptamos, no nos amamos y, por lo tanto, es lógico pensar que la sociedad no nos va a aceptar tal cual somos. Solución: creamos un personaje que encaje como un guante con lo que se supone que debemos ser para integrarnos perfectamente en la “manada”. No hablaremos si no es para decir lo que la “manada” quiere oír, sólo nos vestiremos siguiendo los cánones que nos marca la “manada”, sólo aceptaremos en nuestra vida a aquellas personas que la “manada” considere adecuadas. Así poco a poco nos iremos perdiendo a nosotros mismos, iremos apagando la luz en nuestra alma y nuestro corazón, y acabaremos siendo simplemente un ente sin ideas propias que, con las orejeras bien puestas, siga las huellas de la “manada”.
Novecento, Bernardo Bertolucci

No nos damos cuenta que la “manada” a cambio de esa mal entendida “protección” nos quita lo más preciado que tiene el ser humano: la libertad y la dignidad. Porque hemos dejado de tener nuestras propias ideas, hemos dejado de ser responsables de nuestras decisiones, al dar el poder de nuestras vidas a otros para que las manejen a su antojo.

Vivimos en sociedad y es bueno sentirse miembro de una comunidad, pero siempre desde el respeto a la diversidad, sabiendo que todos somos únicos y especiales, con dones únicos y especiales, para, entre todos, hacer un mundo único y especial. Quitémonos todas las máscaras que nos obligan a ponernos los que pretenden manejarnos, y salgamos a la calle con la cara limpia y orgullosos de ser lo que somos, seres libres y dignos.


martes, 9 de mayo de 2017

Oración... ¿eso qué es?

Todos sabemos rezar. Es algo sencillo. Lo hacemos desde la más tierna infancia. Lo aprendemos como se aprende todo, por imitación. La mayoría hemos visto a nuestra madre o a nuestra abuela con un rosario en las manos diciendo entre dientes una letanía apenas audible e inacabable de oraciones que tampoco comprendíamos mucho, pero que era como el “abracadabra” de un mago, porque esa letanía servía para hacer milagros, para conseguir que Dios nos diera lo que deseábamos.
Manos orantes, de Durero.

Con el tiempo, al ir madurando, te vas haciendo racional, vas integrándote en el mundo de los adultos, del trabajo, del consumismo, de lo que llamamos “la realidad”, y en ese mundo no hay lugar para la oración, porque además hemos descubierto que el “abracadabra” no existía, que Dios no nos ha dado lo que deseábamos. Así que “no perdamos el tiempo que hay muchas otras casas que hacer”. Pero cuando la vida nos trae las pruebas que tenemos que superar (pérdidas, enfermedades, rupturas, etc) nos encontramos perdidos porque son situaciones que no podemos controlar desde la racionalidad, porque nos superan y no tenemos donde mirar, a donde pedir ayuda.

Todo esto sucede porque no sabemos el auténtico y profundo significado de la oración, porque no hemos aprendido a orar de una forma verdadera. Rezar no es repetir de forma automática una letanía sin saber ni experimentar el sentido profundo de las palabras que cual autómata decimos una y otra vez. Ni tampoco es nuestra particular “Lista de la compra” para que Dios sepa qué es lo que queremos que nos traiga porque hemos sido “buenos”.

Angelus, de Millet
Oramos para pedir y recibir algo que necesitamos o para dar gracias por lo recibido. En el primer caso, hay que decir algo obvio: para recibir primero hay que hacer hueco para eso que va a venir. Es decir, lo principal en la oración es la humildad. Sí, humildad para vaciarnos de toda nuestra vanidad, nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestro egoísmo y, así, dejar lugar para que Dios nos llene con su gracia, nos dé su regalo de amor y se haga un sitio en nuestras vidas. Y cuando la oración sea para dar gracias, igualmente con humildad debemos agradecer todo lo recibido compartiéndolo con los demás, para volver a “hacer hueco” y que Dios pueda volver a llenarnos.

Tanto si oramos con la repetición de mantras o letanías, como si oramos con las palabras que nos salgan del corazón, debemos hacerlo desde la humildad, sabiendo que no somos nosotros los que hacemos o logramos algo, sino que es el mismo Dios quien, a través de nosotros, actúa en el mundo, en la vida de todos y cada uno de nosotros.

Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” (Mt. 7, 7)

lunes, 8 de mayo de 2017

La Buena Noticia

Cuento. Anthony de Mello.

El Reino de los Cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos, hasta que recibieron la llamada de Dios a hacerse discípulos.

Gandhi, de Richard Attenborough
El de más edad respondió con generosidad a la llamada, aunque tuvo que ver cómo se desgarraba su corazón al separarse de su familia y de la muchacha a la que amaba y con la que soñaba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su propia vida al servicio de los más pobres de entre los pobres. Se desató en aquel país una persecución, de resultas de la cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y condenado a muerte.

Y el Señor le dijo: “Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de mil talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor”.

La respuesta del más joven fue mucho menos generosa. Decidió ignorar la llamada, seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un feliz matrimonio, le fue bien en los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando daba una limosna a algún mendigo o se mostraba solícito con su mujer y sus hijos. También de vez en cuando enviaba una pequeña suma de dinero a su hermano mayor, que se hallaba en un remoto país, adjuntándole una nota en la que decía: “Tal vez con esto puedas ayudar mejor a aquellos pobres diablos”.

Cuando le llegó la hora,el Señor le dijo: “Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por valor de diez talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!”.
El Gran Dictador. Charles Chaplin

El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma recompensa que él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: “Señor, aun sabiendo esto, si tuviera que nacer de nuevo y volver a vivir, haría por ti exactamente lo mismo que he hecho”.

Cada uno tenemos nuestro propio e intransferible Plan de Alma, Plan de Vida. Este Plan ha sido ideado por nuestra Alma para perfeccionarnos en la materia, para que este reino material donde vivimos nos sirva de escuela. Por eso cada uno debe ejecutar el suyo personal, porque ésa es la forma en la que podrá aprender y ser feliz.

No hay Planes mejores y Planes peores. Todos, en ese sentido, son iguales, pero cada uno de nosotros tenemos algo distinto que aprender y dones distintos que poner al servicio de la Comunidad. Para eso hemos venido aquí. Para manifestar y vivir nuestra mejor versión.

sábado, 6 de mayo de 2017

El Poder de la Palabra

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios,
y la palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
(Jn. 1, 1-5)

Big Bang
El poder de la palabra es inmenso, a veces no nos damos cuenta del bien o del mal que una simple palabra puede llegar a hacer.

A través de nuestras palabras podemos llevar consuelo al afligido, bienestar al enfermo, compañía al solitario, paz al angustiado, amor al que no se siente amado. Pero también es cierto, que por medio de la palabra podemos traer odio, violencia, angustia, dolor, sufrimiento.

Cuando algo o alguien nos enfada de verdad, nos molesta hasta el extremo, sentimos como si una olla en plena ebullición fuera a estallarnos en el pecho, junto con una enorme opresión que va subiendo por nuestro cuello hasta nuestra boca y en ese instante explota de manera violenta y repentina, con toda la fuerza de la que somos capaces, esa palabra tremenda y devastadora, que arruina todo lo que pilla a su paso. Y aunque nos hayamos “desahogado”, realmente el problema que ha generado toda esta reacción sigue intacto. Lo que no sigue intacto es la persona que ha sufrido nuestro enfado y, por supuesto, nuestro ánimo.

Adán y Eva. Codex Aemilianensis
A veces no es necesario que alguien haga algo que nos irrite para explotar, basta que ese alguien haya conseguido un buen trabajo, o unas buenas notas en los exámenes, o se haya comprado un nuevo coche, cualquier acción positiva de otros, si nosotros vivimos en una situación dominada por el miedo, la carencia, la disociación de nuestro verdadero ser, va a provocar que nuestras palabras en lugar de ser de felicitación y alegría, se tornen en un veneno tan ponzoñoso que no sólo hará daño a nuestro interlocutor, sino a nosotros mismos hasta tal punto que nos hundiremos cada vez más en el pozo de la envidia y los celos, ambos defectos son enfermedades terminales para nuestra alma.

También es cierto que si tenemos equilibrio y armonía en nuestra vida nuestras reacciones serán distintas. Sabremos encarar los problemas centrándonos en la solución y nos alegraremos infinito y sentiremos como propios los logros ajenos. Lo cual hace que la vida de los que nos rodean y la nuestra propia sea dichosa, afortunada y feliz.

Y todo esto es así, porque lo que comunicamos con nuestras palabras son los sentimientos que residen en nuestro corazón, en nuestra alma. Aunque también tenemos que saber que todos estos sentimientos que expresamos y que enviamos a los demás, nos alivian o perjudican a nosotros mismos. Porque todo lo que das se te devuelve multiplicado y porque si esos sentimientos que expresan nuestras palabras residen en nuestro interior, eso y no otra cosa será de lo que esté llena nuestra vida.

Cuidemos nuestros sentimientos y nuestras palabras, porque nosotros decidimos si vivir en la gracia, en la abundancia y en el amor, o, por el contrario, sumergimos nuestras vidas en un océano de adversidad, infortunio, odio y violencia.

Una vez más, del Árbol del Bien y del Mal ¿qué fruto escogeremos?


viernes, 5 de mayo de 2017

Nunca un mar en calma hizo marinero experto

Si alguien nos preguntara a cualquiera de nosotros ¿cómo sería tu vida perfecta? Casi todos contestaríamos prácticamente lo mismo: tener una familia en la que sentirse amados y seguros, tener un buen trabajo que nos gustara y nos cubriera de sobra todas nuestras necesidades materiales, tener una buena casa, un buen coche, poder viajar; algunos también querrían una buena biblioteca para abandonarse al maravilloso placer de la lectura, o un buen atelier donde poder plasmar en un lienzo nuestra creatividad... En fin, una buena vida es sinónimo de tranquilidad absoluta, sin ningún sobresalto, un “dolce far niente” que diría un italiano. Pero si esa fuera nuestra vida, resulta que nos iríamos de este mundo exactamente igual que vinimos a él, no habríamos aprendido nada, no habríamos evolucionado nada, no habríamos experimentado la verdad, el por qué estamos aquí.

Venimos a este mundo a aprender, a evolucionar. Nuestra alma trae un Plan de Alma para desarrollar aquí, para irnos perfeccionando en la materia y para que eso suceda es imprescindible tener crisis, enfermedades, pasarlo mal. Porque si no sentimos lo que es el sufrimiento no tenemos la necesidad de cambiar y lo único constante en esta vida es el constante cambio.

Intocable, de Olivier Nakache  y Eric Toledano.
Si nos bloqueamos en alguna de las tareas que traemos a esta vida y nos perdemos en el laberinto del ego y la materia, entonces no podemos evolucionar, no podemos seguir creciendo y si esa situación se alarga en el tiempo es cuando generamos lo que llamamos karma. El karma no es ningún castigo. El karma es la sombra que hemos generado por nuestra inconsciencia en algún tema y tenemos que resolverlo sí o sí. Por eso, cuando pensemos en el karma o nos hablen de él, no creamos que hemos sido “malos” y nos merecemos el castigo. No, ¡qué va!, simplemente no hemos sido capaces de armonizar nuestra energía espiritual con nuestra energía material y por lo tanto, no hemos avanzado, no hemos mejorado. Por eso, a veces, son necesarios los problemas, para hacernos salir de nuestra zona de confort y hacernos brillar como sólo nosotros sabemos.

Cuando tengamos una enfermedad, una crisis de identidad, un problema económico, cuando sintamos el dolor por la partida de un ser querido, en lugar de preguntarnos ¿por qué a mí?, preguntémonos ¿qué tengo que aprender?

miércoles, 3 de mayo de 2017

martes, 2 de mayo de 2017

Satanás, Belzebú, Lucifer... ¿o simplemente Ego?

El truco más grande que el diablo ha llevado a cabo es convencer al mundo de que no existe”
Sospechosos habituales”
Christopher McQuarrie

Película "Fantasía", de Disney

Puedes llamarlo como quieras, pero el Mal existe. Evidentemente no es ese ser con cuernos, rabo y tridente cuya imagen todos conocemos. Pero existe, ¿dónde está? Dentro de nosotros y se llama Ego, el ego mal aspectado, el ego retrógrado. Es esa voz, esa fuerza interna que nos bloquea, que nos secuestra la voluntad para actuar, que nos envilece, que nos empequeñece y nos hace ser egoístas, ruines y mezquinos.

Esa fuerza maligna y oscura está tan incardinada en nosotros mismos, que nos ha hecho desvincularnos de nuestro verdadero ser, de nuestra alma. Y lo peor es que no nos damos cuenta, no somos capaces de sacarlo de nuestra vida. Nos engaña constantemente y siempre pensamos que el mal nos viene del exterior, de otras personas.

El Retrato de Dorian Gray
Esta sombra siempre necesita enemigos externos para seguir alimentándose y sobrevivir, por eso nos hace sentir víctimas de nuestras familias, de nuestros amigos, de la vida, de Dios. Todo y todos los que nos rodean son nuestros rivales. Mientras tanto, esa oscuridad se agazapa en lo más profundo de nuestra mente, de nuestro corazón y nos va seduciendo con todas las ilusiones y triquiñuelas del ego. Nos hace sentir tremendamente importantes, brillantes y perfectos si tenemos una hermosa casa, un nuevo coche, la mejor y más cara ropa..., aunque conseguir todo eso suponga pisotear a quien sea, incluida nuestra propia dignidad.

Yo os pediría que hiciéramos un trabajo de introspección. Que nos miráramos en profundidad a nosotros mismos, sin miedo y sin vergüenza. Que fuéramos capaces de reconocer nuestra sombra, que es tan nuestra como nuestro auténtico Ser de Luz, y una vez que la hayamos reconocido, integrarla en nuestra vida para que sea nuestra maestra y nos enseñe lo que NO se debe ser. Hay que vencer al mal con el bien, al odio con el amor y a la mentira con la verdad, así tendrás en tu vida Bien, Amor y Verdad.