jueves, 11 de mayo de 2017

Los miedos y la manada

Nacemos en una familia, la cual forma parte de una sociedad. Somos animales sociales, grupales. En nuestro inconsciente colectivo y ancestral tenemos grabada “a fuego” la pertenencia al clan como medio de supervivencia, porque sin la fuerza y la protección del grupo no hubiéramos sobrevivido como especie en los duros albores de la vida.
Forrest Gump, de Robert Zemeckis

En este aspecto hemos evolucionado muy poco, prácticamente nada. A pesar de la famosa globalización, de los avances de todo tipo de los que disfrutamos en nuestra sociedad, seguimos siendo animales de manada.

Aunque las razones externas para pertenecer al clan parezcan muy distintas a las que tenía el ser humano en la antigüedad, en realidad, las causas profundas son las mismas: los miedos.

El miedo nace de las carencias que sentimos cuando estamos disociados de nuestro auténtico ser, cuando pensamos que no valemos nada y que nuestra vida es pura basura. Tenemos una enorme baja autoestima, no nos gustamos, no nos aceptamos, no nos amamos y, por lo tanto, es lógico pensar que la sociedad no nos va a aceptar tal cual somos. Solución: creamos un personaje que encaje como un guante con lo que se supone que debemos ser para integrarnos perfectamente en la “manada”. No hablaremos si no es para decir lo que la “manada” quiere oír, sólo nos vestiremos siguiendo los cánones que nos marca la “manada”, sólo aceptaremos en nuestra vida a aquellas personas que la “manada” considere adecuadas. Así poco a poco nos iremos perdiendo a nosotros mismos, iremos apagando la luz en nuestra alma y nuestro corazón, y acabaremos siendo simplemente un ente sin ideas propias que, con las orejeras bien puestas, siga las huellas de la “manada”.
Novecento, Bernardo Bertolucci

No nos damos cuenta que la “manada” a cambio de esa mal entendida “protección” nos quita lo más preciado que tiene el ser humano: la libertad y la dignidad. Porque hemos dejado de tener nuestras propias ideas, hemos dejado de ser responsables de nuestras decisiones, al dar el poder de nuestras vidas a otros para que las manejen a su antojo.

Vivimos en sociedad y es bueno sentirse miembro de una comunidad, pero siempre desde el respeto a la diversidad, sabiendo que todos somos únicos y especiales, con dones únicos y especiales, para, entre todos, hacer un mundo único y especial. Quitémonos todas las máscaras que nos obligan a ponernos los que pretenden manejarnos, y salgamos a la calle con la cara limpia y orgullosos de ser lo que somos, seres libres y dignos.


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