Cuento.
Mi amigo
y yo fuimos a la feria. La Feria Mundial de las Religiones. No era
una feria comercial, era una feria de la religión. Pero la
competencia era feroz y la propaganda igual de estruendosa que en el
resto de las ferias convencionales.
En el
stand judío nos dieron unos folletos en los que se decía que Dios
se compadecía de todos y que los judíos eran su pueblo escogido.
Los judíos. Ningún otro pueblo era tan escogido como el pueblo
judío.
Dolomitas |
En el
stand musulmán supimos que Dios era misericordioso con todos y que
Mahoma era su único profeta. Que la salvación se obtiene escuchando
al único profeta de Dios.
En el
stand cristiano descubrimos que Dios es Amor y que no hay salvación
fuera de la Iglesia. O se entra en la Iglesia, o se corre el peligro
de la condenación eterna.
Al salir
pregunté a mi amigo: “¿Qué piensas de Dios?”. “Que es
intolerante, fanático y cruel”, me respondió.
Poco
más hay que añadir. Pero reflexionemos un momento, ¿realmente
creemos que Dios es tan limitado, tan estrecho de miras, tan
intolerante, fanático y cruel? ¿Qué padre/madre no ama a
cualquiera de sus hijos aunque no se lleven bien o no se comporten
como deben? ¿Por qué tenemos los humanos esa obsesión por la
separación, por hacer grupos, clanes? Si eres de los míos, eres
perfecto hagas lo que hagas; pero si no, ya puedes ser la mejor
persona del mundo que a mis ojos todo lo harás mal y serás un
“infiel”. ¿Infiel? ¿A qué o a quién? ¿Cómo vamos a ser
infieles a nuestra propia esencia que es Dios mismo? Somos Sus Hijos,
somos parte de Él y Él está en nosotros, en TODOS nosotros, sin
excepciones, seamos conscientes o no de esta verdad. Creamos en Él o
no.
¿Por
qué no poner de manifiesto todo lo que nos une, en lugar de estar
constantemente buscando las pequeñas diferencias que en la mayoría
de los casos tienen su origen en la cultura, la tradición o la
geografía? ¡Maduremos!
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