Como maestra
de reiki he investigado sobre temas de salud y de enfermedad, o más
concretamente sobre el equilibrio y desequilibrio que en ocasiones
tenemos las personas. He leído infinidad de artículos, libros sobre
el asunto y hace poco llegó a mis manos un trabajo sobre el sistema
inmunitario y sobre el funcionamiento del cuerpo ante la enfermedad,
que me resultó muy interesante.
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Células NK |
Las células
del sistema inmunitario son los leucocitos, que se encargan de
defender al cuerpo frente a agentes patógenos, virus, bacterias y
células cancerosas. Dentro de los leucocitos hay distintas clases de
células. Están, por ejemplo, los linfocitos B que construyen
anticuerpos que se adhieren a un determinado antígeno y lo señalan
para que después vengan las células NK y lo destruyan. Las células
NK (Natural Killer o células asesinas) tienen la función de
destruir las células infectadas o células que puedan ser
cancerígenas. Las NK destruyen las células que previamente han sido
marcadas por los linfocitos B, y también destruyen células
tumorales o infectadas por virus programando su suicidio (apoptosis).
Las células asesinas pueden diferenciar las células “malas” de
las normales. El problema viene cuando por diversas causas nuestro
sistema inmunitario no está funcionando bien (hay desequilibrio),
entonces viene la enfermedad y necesitamos tratamientos médicos.
Mientras
leía todo esto me iba dando cuenta de que el cuerpo (humano o
animal) es una máquina perfecta. Qué perfección existe en la
naturaleza, en la vida. Todo está en perfecto equilibrio (bueno
hasta que llega el ser humano y lo desequilibra), todo responde a un
orden, a unas leyes,... a una Inteligencia Superior sin la menor
duda.
Ahí está
Dios, en todo lo que tus ojos pueden ver, en todo lo que tus oídos
pueden oír, en todo lo que tu cuerpo puede sentir. Me resulta
imposible mirar el mundo y no ver a Dios, no reconocerle en cada ser
que habita esta tierra, en cada árbol, en cada flor, en cada arroyo,
en cada sabor, en cada olor, en cada mirada, en cada sonrisa y,
también, en cada lágrima. En todo, porque todo emana armonía y
equilibrio. Dios está en todo y todo es Dios.
Y, por
supuesto, Dios está en nosotros, en nuestro corazón. Estamos aquí
para autorreconocernos a través de la materia como lo que somos, Sus
Hijos. Venimos a esta Tierra para tomar conciencia de nuestra
verdadera naturaleza y para aprender, porque el mundo de la materia
es nuestra escuela.
El Creador
está presente en su Creación y la Creación es parte de su Creador.
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